miércoles, 31 de diciembre de 2014

30 AÑOS DESPUÉS DE 1984 (text publicat al Cultura/s de La Vanguàrdia el 31/12/2014)

(v. castellana)
30 AÑOS DESPUÉS DE 1984


Han pasado treinta años de la fecha en la que George Orwell ubicaba su distopía 1984 (1949). Orwell parte de Nosotros (1921) de Yevgeni Zamiatin, donde el Estado tiene un control total sobre la vida pública y privada de sus ciudadanos, reprimiendo cualquier forma de disidencia, vigilando y controlando su intimidad en un mundo donde los edificios son de cristal para que nada sea escondido. Si Zamiatin interlocuta con el totalitarismo de la Rusia zarista y la Rusia bolchevique, Orwell apuntará a Stalin y al nazismo. En 1984 el Partido Único controla a sus ciudadanos desde sus ministerios (Ministerio de la Verdad, del Amor, de la Paz y de la Abundancia) y desde el ojo omnímodo del “Gran Hermano”. El lema del Partido es: “Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza”, esto es, mantener en la ignorancia al pueblo (Moronoz diría “mantenerlo entretenido”) aniquila toda posibilidad de sublevación y la Policía del Pensamiento se encarga de ello. La habitación 101 es donde el Ministerio del Amor ejecuta sus torturas; es Guantánamo, Abu Ghraib, Sarajevo, son los campos camboyanos a manos de los Khmer Rouges, los campos de Ruanda llenos de cadáveres tutsies, son las trastiendas de Yakarta en época de Suharto, es Gaza, pero la habitación 101 también es la CNN cuando nos desinformaba de la Guerra de Iraq en 1991, los telediarios norteamericanos, ingleses y españoles haciendo su propia versión del Why we fight ante la invasión a Iraq del 2004. Sin medios de comunicación no hay legitimación del poder que valga, esto lo sabía Hitler, pero también Berlusconi y cualquier político que base sus políticas en la coacción social.



Hay una fecha clave en la que se recupera el espíritu orwelliano, es el fin de siglo; las caborias que despierta la entrada del 2000 hacen que a la distopía orwelliana se le sume la distopía huxleiana de Un Mundo Feliz (1932). Huxley nos dice que para asegurar la felicidad continua la sociedad tiene que ser manipulada, se la tiene que privar de la libertad de expresión y de elección y sus experiencias emocionales e intelectuales tienen que ser inhibidas. Huxley dibuja una sociedad de autómatas, fordista (no en vano ese “nuevo” modelo social se inaugura en 1908 gracias a John Ford), de desalmados felices, programados para cumplir su función, para acatar el programario como si de un software se tratara. La tecnología en Huxley está puesta al servicio del control y la felicidad tecnodirigida. Como decía Postman a finales de los años ochenta: “Huxley, a diferencia de Orwell, se dio cuenta que no hace falta esconderle nada a un público que es insensible a la contradicción y que está narcotizado por las diversiones tecnológicas”. Por eso Postman dice que “lo que Huxley nos enseña es que es más probable que en la era de la tecnología avanzada sea un enemigo de cara sonriente el que nos diga a la destrucción espiritual y no uno que muestre sospecha y odio (…) Al Gran Hermano lo vigilamos nosotros por propia voluntad”.
Black Mirror, Charlie Brooker

En la estela huxleiana, algunos de los productos que aparecieron en este tránsito de era fueron: El Show de Truman (1998) que convertía la vida del common man en un reality show a tiempo real (el mito de la caverna en todo su apogeo, pero donde “la verdad” ha sido sustituida por la figura de “el realizador televisivo”); Battle Royal (1999) de Koushun Takami, un relato de “estado policial” que usa el juego y la violencia como una forma de castigo y control de los jóvenes a través de la Ley de la Reforma Educativa del Milenio que promueve el individualismo y la propia supervivencia de la misma forma que la LOMCE promueve el emprendimiento; la versión infoshow de 1984, Big Brother (1999) y también encontramos Matrix (1999), la copia que los hermanos Wachowski hicieron de The Third Eye (1981) de Sophia Stewart, un “mundo feliz” basado en el consumo, en la ignorancia y la indiferencia colectiva. Si Baudrillard decía de An American Family (1973) que la verdad que reflejaba el proto-reality no era la verdad de la familia Loud sino la verdad de la propia televisión, en ese caso Matrix refleja, no la verdad de la existencia humana, sino la verdad de Matrix como sistema de simulación biológico perfecto. No en vano al último Robocop (2014) la corporación que lo construye tiene que bajarle los niveles de dopamina hasta el punto de perder toda empatía para poder ser más manipulable y poder llegar a sus objetivos: justificar el uso generalizado de sus drones. Quizás, como decía Nuria Araüna, Un mundo feliz es la distopía de las clases medias y 1984 la distopía de las clases pobres y oprimidas.
Christopher Baker, Big Bang Data

En 1999 también asistimos a la reconstrucción de la masacre de Columbine a través de las cámaras de videovigilancia, algo que encontraremos perfeccionado con el crowdsourcing que organizó la policía de Boston después del atentado en la Maratón del abril 2013. Todos los ciudadanos se convirtieron en policías potenciales, como en el capítulo White Bear de Black Mirror (febrero de 2013). Han pasado casi quince años desde el cambio de siglo y hoy el ojo del Gran Hermano vigilando “el mundo feliz” es ya una realidad: desde las cámaras que las aseguradoras ponen en los coches en Rusia, pasando por el Google Street View, la minúscula cámara Memoto con su eslógan “Recuerda cada momento”, hasta los ojos biónicos (Sensimed), las neurocams (Neurowear) y las Google Glasses (Google), que hacen factible la concepción del mundo según la cual la copia ha sobrepasado, en todo, al original. Nada puede esconderse a ese nuevo “palacio de cristal” que es internet, el gran ojo de Zuckerberg todo lo ve, los datos digitales son más rastreables que nuestros signos en el mundo físico. Es lo que pudimos encontrar en la exposición Big Bang Data: la realidad virtual ya no es una simulación 3D, es el uso que hacen los gobiernos y las grandes corporaciones de los millones de datos que poseen sobre nosotros a través de rastrear nuestros movimientos digitales. Cuando los algoritmos saben más que nuestras madres, cuando la publicidad produce a la medida de nuestros deseos más personalizados, cuando la finalidad del sistema es poder preveer patrones de consumo para poder modificar, a la vez, movimientos bursátiles, entonces, Huxley y Orwell se vuelven indiscernibles, la fusión distópica ha tenido lugar, la reificación del hombre deviene algo natural en lo más bajo de la cadena trófica.



(v. catalana)
30 ANYS DESPRÉS DE 1984
Ingrid Guardiola

Han passat trenta anys de la data en la qual George Orwell ubicava la seva distopia 1984 (1949). Orwell parteix de Nosotros (1921) de Yevgeni Zamiatin, on l'Estat té un control total sobre la vida pública i privada dels seus ciutadans, reprimint qualsevol forma de dissidència, vigilant i controlant la seva intimitat en un món on els edificis són de vidre perquè res sigui amagat. Si Zamiatin interlocuta amb el totalitarisme de la Rússia tsarista i la Rússia boltxevic, Orwell apuntarà a Stalin i al nazisme. A 1984 el Partit Únic controla els seus ciutadans des dels seus ministeris (Ministeri de la Veritat, de l'Amor, de la Pau i de l'Abundància) i des de l'ull omnímode del “Gran Germà”. El lema del Partit és: “Guerra és Pau, Llibertat és Esclavitut, ignorància és Força”, això és, mantenir en la ignorància al poble (Moronoz diria “mantenir-lo entretingut”) aniquila tota possibilitat de sublevació i la Policia del Pensament s'encarrega d’acomplir-ho. L'habitació 101 és on el Ministeri de l'Amor executa les seves tortures; és Guantànamo, Abu Ghraib, Sarajevo, són els camps cambodjans a mans dels Khmer Rouges, els camps de Ruanda plens de cadàvers tutsis, són les rerebotigues de Jakarta en època de Suharto, és Gaza, però l'habitació 101 és també la CNN quan ens desinformava de la Guerra d'Iraq el 1991, els telenotícies nordamericans, anglesos i espanyols fent la seva pròpia versió del Why we fight davant la invasió d'Iraq del 2004. Sense mitjans de comunicació no hi ha legitimació del poder que valgui, això ho sabia Hitler, però també Berlusconi i qualsevol polític que basi les seves polítiques en la coacció social.

Los juegos del hambre: esponsoritza un tribut

Hi ha una data clau en què es recupera l'esperit orwellià, és la fi de segle; les cabòries que desperta l'entrada del 2000 fan que a la distopia orwelliana se li sumi la distopia huxleiana d’Un Món Feliç (1932). Huxley ens diu que per assegurar la felicitat contínua la societat ha de ser manipulada, se l'ha de privar de la llibertat d'expressió i d'elecció i les seves experiències emocionals i intel·lectuals han de ser inhibides. Huxley dibuixa una societat d'autòmats, fordista (no en va aquest “nou” model social s'inaugura el 1908 gràcies a John Ford), d'éssers feliços i sense ànima, programats per a complir la seva funció, per acatar el programari com si d'un software es tractés. La tecnologia en Huxley està posada al servei del control i la felicitat tecnodirigida. Com deia Postman a finals dels anys vuitanta: “Huxley, a diferència d'Orwell, es va adonar que fa falta amagar-li res a un públic que és insensible a la contradicció i que està narcotitzat per les diversinos tecnològiques”. Per això Postman diu que “el que Huxley ens ensenya és que és més probable que en l'era de la tecnologia avançada sigui un enemic de cara somrient el que ens digui a la destrucció espiritual i no un que mostri sospita i odi (…) Al Gran Germà el vigilem nosaltres per pròpia voluntat”.


Black Mirror, Charlie Brooker

En l'òrbita huxleiana, alguns dels productes que van aparèixer en aquest trànsit d'era van ser:  El Show de Truman (1998) que convertia la vida del common man en un reality show a temps real (el Mite de la Caverna en tot el seu apogeu, però on la “veritat” ha estat substituïda per la figura de “el realitzador televisiu”); Battle Royal (1999) de Koushun Takami, un relat d'“estat policial” que usa el joc i la violècia com una forma de càstig i control dels joves a través de la Llei de la Reforma Educativa del Mil·leni que promou l'individualisme i la pròpia supervivència de la mateixa forma que la LOMCE promou l'emprenaduria; trobem la versió infoshow del 1984 d’Endemol, The Big Brother (1999) i també Matrix (1999), la còpia que els germans Wachowski van fer de The Third Eye (1981) de Sophia Stewart, un “món feliç” basat en el consum, la ignorància i la indiferència col·lectiva. Si Baudrillard deia de An American Family (1973) que la veritat que reflexava  el proto-reality no era la veritat de la família Loud, sinó la veritat de la pròpia televisió, en aquest cas Matrix reflexa, no la veritat de l'existència humana, sinó la veritat de Matrix com a sistema de simulació biològic perfecte. No en va a l'últim Robocop (2014) la corporació que el construeix ha de baixar-li els nivells de dopamina fins al punt de perdre tota empatia per poder ser més manipulable i poder arribar als seus objectius: justificar l'ús generalitzat dels seus drones. Potser, com deia la Núria Araüna, Un Món Feliç és la distopia de les classes mitges i 1984 la distopia de les classes pobres i oprimides. 

Imatges de les webcams de Columbine

El 1999 també assistim a la reconstrucció de la massacre de Columbine a través de les càmeres de videovigilància, quelcom que trobarem perfeccionat amb el crowdsourcing que va organitzar la policia de Boston després de l'atemptat a la Marató de l'abril del 2013. Tots els ciutadans es van convertir en policies potencials, com en el capítol White Bear de Black Mirror (febrer de 2013). Han passat quasi quinze anys del canvi de segle i avui l'ull del Gran Germà vigilant “el món feliç” és ja una realitat: des de les càmeres que les asseguradores posen en els cotxes a Rússia, passant pel Google Street View, la minúscula càmera Memoto amb el seu eslògan “Recorda cada moment”, fins als ulls biònics (Sensimed), les neurocams (Neurowear) i les Google Glasses (Google), que fan factible la concepció del món segons la qual la còpia ha sobrepassat en tot a l'original. Res pot amagar-se a aquest nou “palau de vidre” que és internet, al gran ull de Zuckerberg que tot ho veu, les dades digitals són més rastrejables que els nostres signes en el món físic. És el que vam poder trobar a l'exposició Big Bang Data: la realitat virtual ja no és una simulació 3D, és l'ús que fan els governs i les grans corporacions dels millons de dades que posseeixen sobre nosaltres a través de rastrejar els nostres moviments digitals. Quan els altoritmes saben més que les nostres mares, quan la publicitat produeix a la mesura dels nostres desitjos més personalitzats, quan la finalitat del sistema és poder preveure patrons de consum per a poder modificar, a la vegada, moviments bursàtils, llavors Huxley i Orwell es tornen indiscernibles, la fusió distòpia ha tingut lloc, la reificació de l'home esdevé quelcom natural en el més baix de la cadena tròfica.

Christopher Baker, Big Bang Data