viernes, 15 de enero de 2010
KILL YOUR IDOLS (1)
(este texto nace a partir de un video que vi, el primero que está lincado en el texto, el último minuto, cuando Kim Gordon se pone a bailar con el shake-shake-shake; es un divertimento idiota con algunos de mis ídolos y consiguió hacerme pasar mi tristeza circunstancial y un engorroso y lapidario "bad mood" el viernes pasado, es decir, ayer)
Kim era una hermosísima diosa hindú, la única que no salía en el Mahabharata. Y solía bailar ASÍ. Kim tenía dos ángeles guardianes, dos cupidos immaduros, llamados Lee (por Bruce Lee, ya que su ángel progrenitor lo odiaba) y Thurston, que era un ángel-cíclope, de aquí que nunca dejara ver su ojo. En el reino de Kim en lugar de liras había guitarras que siempre sonaban, ¡y cómo sonaban! Como los ángeles, ni más ni menos, como lo que eran. Kim tenía una prima que pasaba por diosa, aunque no lo era, Marylin, con la que se teñían juntas. Marilyn se pasaba horas leyendo un libro titulado Ulises de su tío Joyce, una novela pseudoerótica sobre un antiguo primo que aprovechó los vuelos de bajo coste para recorrerse medio mundo mientras su mujer se lo hacía con su corte de pretendientes; la misma cantidad de tiempo la dedicaba a posar desnuda para fotógrafos o mirones de tres al cuarto como consecuencia de sus arduas horas de lectura del libro del tío Joyce. En el libro salía un tipejo llamado Dédalus, arquitecto borracho que diseñaba celdas para prisiones imposibles. Gracias a un pelo de oro teñido de Kim su amigo Teseo consiguió salir de una relación sentimental tortuosa y laberíntica con su hermano, un boxeador al que llamaban “Minotaurus” y que había decidido vivir en una de las celdas de Dédalus como si de un gimnasio se tratara. Ambos, de tanto en cuanto, se acostaban con Ariadna, la amada de Teseo, una modelo del reino de Creta que salía en todas las revistas de moda por aquel entonces y que ahora ya forma parte de la industria del reciclaje. Teseo le solía cantar “I put a pelo on you” mientras ella pensaba en otros y ambos se morían de la risa. Ariadna siempre pensaba en otros, mientras que Teseo componía las peores letras de las peores canciones del reino. La joven Ariadna a veces iba a ver a Kim a pedirle consejos, conocida como era por su innata sabiduría, pero a Kim sólo le gustaba bailar, de hecho era lo único que podía hacer la pobre diosa. Y vaya si bailaba, como si fuera más diosa de lo que en realidad era, a pesar de que era la número uno. A fin de cuentas era la danza de Kim la que daba cuerda al mundo al ritmo de las guitarras de sus cupidos. Y cuando ella tenía que cubrir alguna de sus necesidades enchufaban una máquina que reproducía sus movimientos a partir de un holograma. Kim solía repetirle a la jovencita: ¿es que vas a permitir que se acabe el mundo por culpa de tus problemas sentimentales? Y Ariadna, que además de engreida era cortita, pensaba que, ¿por qué no? Al fin y al cabo para ella el mundo, la vida, eran sólo el sexo y el amor en su vertiente pesimista y su cómplice principal era su espejo. A veces también se deleitaba oliendo el bote de tinte amarillo de sus amigas, pero poca cosa más. Ariadna intentaba conquistar a los cupidos sin saber que aquellas guitarras eran la base sobre la que Kim giraba y un día que Teseo se había ido de viaje, decidió ir a por ellos. “¡Dos en uno!”, pensó. Y aquel día fatídico en que Kim dio órdenes estrictas a sus ángeles de que enchufaran el holograma a las cinco de la tarde (puesto que era su día de teñirse el pelo), los senos de Ariadna la pura consiguieron parar el mundo. Todos quedaron petrificados: Marilyn, que siempre iba por la página 384 del libro, Minotaurus, que sólo se preocupaba de alimentar sus históricos músculos, el tío Joyce que quien sabe si aún existía en algún rincón del mundo de los dioses postolímpicos (de tanto en cuanto llegaba una misteriosa carta suya), el idiota de Teseo, y Thurston y Lee con sus culos al aire, su pelo en la cara y las guitarras abandonadas, Dédalus que se había construido una celda imposible para perderse a sí mismo en sí mismo y la misma Ariadna, que con toda la boca rebosante de “vida láctea” parecía una fuente de aquellas donde las sirenas emanan el agua de sus cuerpos petreos. Incluso a Kim se le endurecieron sus abismáticos ojos, su jadeante voz, las blancas carnes de diosa número uno. Y en menos de un segundo lo que fuera piedra se convirtió en polvo, cumpliéndose así la máxima de que tiran más dos tetas que dos carretas y de que de un polvo venimos y en polvo nos convertimos. Y de todos aquellos dioses postolímpicos nada quedó vivo más que un pelo de oro teñido flotando en el magma del espacio sideral. Un pelo, ¿pero un pelo de quién? En aquel hilo, quien sabe, podría permanecer la esperanza de reestablecer este mundo creado por unos dioses melómanos, aburridos, perturbados algunos y sin sentido la mayoría, la Biblia de los cuales era un par de números del Rockdelux que habían quedado sepultados en su día. En un futuro cercano alguien o algo recordará que Kim era una hermosísima diosa hindú, la única que no salía en el Mahabharata, y que durante dos o tres eternidades solía bailar ASÍ, ASÍ, ASÍ, ASÍ, ASÍ.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
SHAKE SHAKE SHAKE!!!
aquesta és la meva versió "disney" (el meu disney) preferida del shake-shake-shake de'n Belafonte:
http://www.youtube.com/watch?v=Ag7d4i4sTmo
salut
Publicar un comentario