miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una aproximación a Adam Curtis en la era del sofismo audiovisual

(artículo publicado en Blogs&Docs)

Adam Curtis es un hábil depredador en la selva televisiva; dejó sus clases de ciencias políticas en Harvard para dedicarse a hacer documentales para televisión. Como buen depredador, a la hora de elaborar sus documentales Curtis se alimenta tanto de aquellas imágenes-iconos que han servido para que los medios escribieran la historia, y la inscribieran en un modo muy concreto de dar forma a lo real, como de las imágenes-muleta que aparecen de forma reiterada, con sus minimas variaciones, en los informativos de televisión, como de aquellas imágenes que han quedado dormitando en los archivos de las grandes cadenas televisivas. Curtis siempre ha trabajado desde el alcázar real de la BBC, si bien esto le reportó algunas ventajas (acceso a un fondo ilimitado de material de archivo, estatus per se, rigor y seriedad propias del perfil de la cadena), no le ha solucionado su proyección al exterior, puesto que los derechos de las imágenes que utiliza sólo están solventados parRABIA Y Ca el público inglés y no para el resto, cosa que ha hecho que sus documentales no se hayan podido editar en DVD, a pesar de las demandas. Su ventana al mundo es Internet, es ahí donde podemos acceder a sus ensayos televisivos, es ahí donde la ley se la toma cada internauta por su cuenta, a pesar de los intentos gubernamentales de controlarla.

Curtis es uno de los pioneros del “documental de tesis” que se inscribe en un mundo post-todo y que intenta, como dice un periodista de The Observer, “mirar cómo las diferentes élites han querido imponer una ideología en su época y las consecuencias trágico-cómicas de estos intentos”. Curtis no cree ni en la política, ni en la ideología, ni en el periodismo, tres categorías interdependientes a lo largo del siglo XX que han luchado para la gestión del poder, de ahí que no pueda dejar de hablar de ellas. Según David D’Arcy, en los documentales de Curtis “los mitos devienen verdades, los enemigos demonios, los miedos políticas y las políticas guerras”. Según el mismo Curtis dijo en una entrevista, lo que motiva su trabajo es la creencia “en que las tradicionales divisiones entre la Derecha y la Izquierda han devenido sin sentido, y que el poder se mueve por canales más amplios que la política mainstream, se trata de ver cómo este poder se ejerce”. Adam Curtis es un rastreador obsesivo, coge una “tesis de riesgo” para cada serie documental y la justifica a partir de: su voz en off que va concatenando los argumentos, las imágenes de archivo cazadas o encontradas y entrevistas a diferentes personalidades vinculadas con el tema. Por “tesis de riesgo” nos referimos a un planteamiento de temas socialmente delicados, políticamente controvertidos e históricamente informulados. Pongamos ejemplos: uno de los primeros trabajos serios de Curtis fue Pandora’s Box (1992) donde examinaba los peligros de la racionalidad tecnológica y política, en The Living Dead (1995) investigaba la manera en que la historia y la memoria (la nacional y la individual) han sido usadas por los políticos y demás, en 25 Million Pounds (1996) hace un estudio de Nick Leeson y el colapso del Barings Bank, en The Myfair Set (1999) se fijaba en cómo los piratas capitalistas modificaron el clima de los años del thatcherismo, en The Century of the Self (2002) documenta cómo los descubrimientos de Freud con relación al inconsciente condujeron al desarrollo de las relaciones públicas de Edward Bernays (el sobrino de Freud) y al uso del deseo para regular las necesidades individuales de la población como una manera de conseguir crecimiento económico y control político, en The Power of Nightmares (2004) sugiere un paralelismo entre el auge del Islamismo fundamentalista y el neoconservadorismo en los Estados Unidos, en The Trap-What Happened to our Dream of Freedom (2007) se centra en el concepto moderno de la libertad a partir de la teoría de juegos durante la Guerra Fría y la manera en cómo los modelos matemáticos del comportamiento humano se filtraron en el pensamiento económico. Curtis, además, ha colaborado con el programa Screenwipe de Charlie Brooker y elaborado micro-cápsulas para el programa Newswipe, liderado por el mismo Brooker. En sus “tesis de riesgo” tiende a la serendipia, esto es, a la capacidad de hallazgo, de descubrir “falsas verdades históricas” a partir de y en las imágenes que han sido almacenadas como unidades significativas mínimas que dan cuerpo y entidad real a los acontecimientos en los que se apoyan estas “verdades históricas”. En una entrevista con Errol Morris, Curtis decía que la persona a la que más ama es Max Weber, que creyó que las ideas tienen consecuencias y añade: “La gente tiene experiencias a partir de las cuales se forman ideas, y estas ideas afectan al mundo” y lo afectan en el sentido que nuestra sociedad se ha erigido en ideas de cosas que no existen lo cual, según Curtis, hace que la gente se vuelva “ligeramente loca”. Aunque, claro está, siempre será una locura consensuada y controlada y, por lo tanto, normalizada. En un mundo en el que “las miserias de los demás y las catástrofes humanitarias se han convertido en nuestro último terreno para la aventura” , en que la política ha pasado del lado del entretenimiento, en que el periodismo es habladuría, gossip permanente, en el que se “blanquean los acontecimientos” de acuerdo a modelos de simulación orquestados desde los media, los políticos y las corporaciones, es necesario volver a poner atención e interpretación a la historia más reciente y a los acontecimientos presentes que, “sobreexpuestos en los medios de comunicación, quedan subexpuestos en la memoria” . Ahí empieza el trabajo de investigación de Curtis, ahí la necesidad de sus documentales.

Según él mismo anotaba, su obra está influenciada por los collages de Robert Rauschenberg y por el humor de Esther Rantzen (conductora de That’s Life! en el que Curtis colaboró); trabaja con una gran cantidad de material de archivo, proceso creativo que Morris llama “re-processed media” (medios re-procesados) y “re-purposed media” (medios re-intencionados). Utiliza found footage y stock-footage de manera expresionista, nunca literal, siguiendo, según él mismo, las consecuencias psicológicas que se encuentran en el tradicional “efecto Kuleshov ”. Quizás la única diferencia resida en la cantidad de fuentes visuales que es capaz de manejar, en la manera en cómo las colisiona (a menudo recurriendo a la ironía), y en su argumentación de fondo, además de que casi un siglo después del “efecto Kuleshov”, nos encontrarnos en plena era de “lo visual” (según Debray ) donde nuestra relación con la imagen ha pasado de ser un Ser a una percepción (“una concurrencia entrelazada de terminales de emisión y lectura”, según Brea ). Es en este contexto, pasado el meridiano del año 2000 (aunque quizás sería más razonable situar el meridiano histórico en el 11 de septiembre del 2001), donde aparecen un alud de documentales que intentan explicar con una nueva iconografía visual “la cara oculta” de nuestro presente y del mundo en el que vivimos: The Fog of War: Eleven Lessons from the Life of Robert S. McNamara (2003), No logo (2003), The Corporation (2004), Outfoxed, Rupert Murdoch’s war on journalism (2004), Technocalyps (2006), Zeitgeist (2007), Loose Chance 9/11 (2009), etc. Acusados por el sector más conservador de “conspiranoicos” estos documentales pretenden encontrar las consecuencias de ciertas decisiones y prácticas políticas en un mundo donde parece imposible juntar las piezas del puzle de la historia y del tiempo presente; etiquetados algunos como obras agitprop o de contra-información, su dignidad reside en poner en suspenso la información que nos llega de los mass-media y en investigar los agujeros negros del “mundo post-capitalista”; algo cercano a la obra de Curtis.

The Century of the self

(PRIMERA PARTE: VISIONAR)

El sobrino de Freud, Edward Bernays, empieza su libro del 1927 titulado Propaganda, con este fragmento: “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país” . Lo que le sigue es un manual de la industria de las “relaciones públicas”, término acuñado y desarrollado por el mismo Bernays. Esta figura es la protagonista del primer episodio de Century of The Self, “Happiness Machines”, en donde Adam Curtis explica la influencia de Freud y sus teorías sobre los impulsos irracionales que habitan en el subconsciente humano en corporaciones y gobiernos del siglo XX para manejar las masas en plena democracia de masas. La serie se pregunta sobre las raíces y métodos del consumismo moderno, de la democracia representativa y de la “comodificación” de la vida cotidiana, que se podría resumir con la cita de Paul Mazer (un banquero de Wall Street que trabajaba para los Lehman Brothers) que aparece en el documental: “Tenemos que hacer crecer América pasando de una cultura de la necesidad a otra del deseo. La gente tiene que ser entrenada para desear, para querer nuevas cosas”. La tesis planteada en el primer capítulo se desarrolla en el segundo (The engineering of consent ), a través de la figura de la hija de Freud, Ana; en el tercero (There is a policeman inside all our heads: He must be destroyed) se cuenta como en los 60’s aparecen en el campo de la psiquiatría los primeros grupos de autoayuda (“The Me Generation”) que las corporaciones aprovecharon para animar a la gente a sentir que eran individuos únicos para venderles nuevas maneras de expresar su individualidad; en el cuarto (Eight People Sipping Wine in Kettering) estas nuevas estrategias de coaching (aunque en su momento la palabra no existía) se aplican a la política de presuntas izquierdas, tomando como ejemplo de estudio el New Labour de Tony Blair o los demócratas de Bill Clinton. Los políticos creían que estaban creando una nueva y mejor forma de democracia, pero habían desarrollado una nueva manera de controlar a los ciudadanos. Como decía Hannah Arendt a mediados de los 50: “Cuanto más fácil se vuelva la vida en una sociedad de consumidores o trabajadores, más difícil será permanecer consciente de las urgencias de la necesidad por las cuales está conducida, incluso cuando el dolor y el esfuerzo, las manifestaciones más destacables de la necesidad, no se pueden notar de ninguna manera. El peligro es que una sociedad tal, ciega por la abundancia de su creciente fertilidad y atrapada en el suave funcionamiento de un proceso sin fin, ya no sea capaz de reconocer su propia futilidad –la futilidad de una vida que ‘no se fija ni se realiza en ningún sujeto permanente que perdure después de su trabajo’“ . Es ese “ser consumidor” el protagonista (o la víctima, pues es él quien termina siendo consumido por el sistema) de toda la serie, este ser resultante de todas estas estrategias que se preocuparon por vincular los bienes industriales con los deseos inconscientes de la gente.


The Power of Nightmares (The Rise of the Politics of Fear)

(PRIMERA PARTE: VISIONAR)

Si The Century of Self llamó la atención de los telespectadores, The Power of Nightmares creo controversia, generando admiradores que veían en Curtis al nuevo Mesías Audiovisual o detractores que lo tildaban de paranoico. La serie compara el auge del movimiento neo-conservador de los Estados Unidos con el movimiento de Islamismo radical, haciendo analogías en sus orígenes y clamando similitudes entre los dos. Argumenta que el islamismo radical, como una masiva, siniestra y organizada fuerza de destrucción, específicamente bajo la forma de al-Qaeda, es un mito perpetrado por los políticos neo-conservadores. Indaga, como siempre, en el origen del problema, se remonta a los inicios del islamismo y del neo-conservadurismo en un título tan irónico como Baby It’s Cold Outside, cuando la construcción del enemigo pasaba por la Unión Soviética; en el capítulo The Phantom Victory explica el momento en que Osama Bin Laden se une a los neo-conservadores de la administración Reagan para combatir la invasión de la Unión Soviética en Afganistán; finalmente, en el último capítulo, que lleva el platónico título de The Shadows in the Cave, cuenta como los neo-conservadores usaron los ataques del 11-S para dibujar la figura del archi-enemigo al-Qaeda y así poder emprender una Guerra del Terror que culminó con la invasión de Iraq. Muchos televidentes americanos lanzaron sus improperios a la cadena británica, uno de ellos les preguntaba: “Es que alguno de vosotros, idiotas, no ha visto las torres gemelas caer? Os sugiero que os leáis la tesis de JFK ‘Por qué Inglaterra dormía’.¿Qué os han puesto en el agua?”. ¿Acaso este televidente estuvo ahí? Y si estuvo, ¿acaso sabe algo de lo que precede y sucede a esta imagen que se repitió en todos los canales televisivos de todo el mundo de la misma forma?¿Acaso no ve el peligro de beber a diario el agua emponzoñada de los grandes grupos mediáticos que dominan el panorama televisivo americano y que utilizan las imágenes de lo real como emoticonos (porque se trata de eso: de emocionar)? Este es el problema: ver sólo el signo de lo real a través de de las lentes de los medios aliados con el gobierno y de las biografías y libros que publican sus mismos políticos. Baudrillard lo describía así con respecto a la Guerra del Golfo: “Los americanos hicieron la misma guerra cara a la opinión mundial –a través de los medios de comunicación, de la censura, de la CNN, etc.- que en el terreno de las armas. Recurrieron mediáticamente a la misma bomba de depresión, que absorbe todo el oxígeno de la opinión pública (…) Obsolescencia incorporada, como en cualquier producto de consumo ”. Como decía Curtis en una entrevista: “vivimos en una versión de dibujos animados de la realidad”.


The Trap: What Happened to Our Dream of Freedom
(PRIMERA PARTE: VISIONAR)

En el primer episodio, titulado Fuck You Buddy, Curtis examina el auge de las teorías de juegos durante la Guerra Fría, sobretodo con relación al trabajo de John Nash (Nobel en economía que todos conocemos por la película Una mente maravillosa), que creía que todos los humanos eran inherentemente sospechosos y criaturas egoistas que hacían estrategias constantemente; para demostrarlo construyó modelos de lógica matemáticamente verificables, incluyendo uno que se llamaba Fuck You Buddy en el que la única manera de ganar era traicionar a tu compañero de juego. Un día le pedí a un amigo de la infancia que había cenado con Nash y su esposa y que es experto en Teorías de Juegos, que me explicara el asunto (a falta de anécdotas –que las tenía, pero que evitó- sobre Nash). Según este amigo, la importancia de Nash es que introduce una definición de equilibrio y la prueba de su existencia en modelos de contratos, de relaciones internacionales, de relaciones entre votantes y políticos, de organización de empresas, etc. Esta otra modalidad de control social y político Curtis la desarrolla en la serie a través de figuras como el psiquiatra R. D. Laing, el experimento Rosenhan, el economista Friedrich Von Hayek, James M. Buchanan, Margaret Thatcher, etc. También menciona las aportaciones de la industria farmacéutica a través de productos como el Prozac que hacen más predictibles los comportamientos humanos, como perfectos “lonely robots” (así se llama el segundo capítulo). Finalmente, en el tercer episodio (We Will Force You To Be Free), Curtis examina el concepto de libertad positiva y negativa introducido por Isaiah Berlin . El (en)sueño de la libertad (“Liberty will not die”, siempre claman las pancartas americanas) no deja de ser la simiente que alimenta la “trampa” (Trap) de la que nos habla Curtis; este ensueño aniquila cualquier acción posible y si “la acción es la prerrogativa exclusiva del hombre –ni una bestia ni dios son capaces de ella- “, ¿no será que el hombre ha devenido un dios impotente (a base de be yourself!) en su reino privado y un animal cebado en su esfera pública? Esperemos a ver con qué buena nueva nos sorprende este Midas que ha devuelto a las imágenes de la historia y del presente de la televisión su significado perdido y, sobretodo, una renovada fuerza política. ¡Las imágenes, de nuevo, hablan! Aunque también se rían un poco.

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